jueves, 23 de julio de 2009

Confesiones de un corazón sonámbulo

Nota de la imaginadora: Aún es un borrador, pero no podía dormir sin saber que en cualquier momento él podría tener acceso a estas tribulaciones que llenan mi ser día a día


Tú no querías nada de mí, mas que yo te quisiera, y reías para no llorar porque yo no lo hacía, no como tú. Aún así te quise, y te quiero tanto todavía que al caer el día, a merced de los recuerdos y a falta de voluntad, me tortura el saber que me alejé de tu lado y no hay forma de regresar, que te dejé pensando algo que era mentira. Sé que cuando estuve contigo jamás pude decirte cuánto te amaba, que temía a esas dos palabras más que a la peor de las maldiciones, pero cada noche en mi incansable deambular entre los espíritus del sueño te lo confieso, segura de que, aunque sean los borrachos los que tienen fama de honestos, somos los sonámbulos los únicos que podemos no mentir y estar concientes de ello, libres de las inhibiciones y prejuicios que arrastramos al estar lúcidos, y de la falta de juicio y el exceso de aplomo que amablemente nos otorga el alcohol.
Sólo sonámbula puedo pensarlo pero segura estoy de lo siento siempre, y es que nos faltó tiempo para compartir mucho de lo que ahora intento reponerte aunque estés ausente. Siempre nos hará falta tiempo, no podremos recobrar aquellos besos que no hemos dado pero que sentimos como fuego en las entrañas, como una sacudida en el alma, como una marca indeleble en la piel.
Somos un imposible que a toda costa quiso evitar serlo, y ahora que no hay vuelta de hoja, ahora que no habrá una próxima vez es cuando puedo decir todo lo que no dije cuando debía.
Nunca quise dejarte el corazón en los huesos, pero remedio ya no hay. Y aunque nunca volvamos a estar frente a frente, sigo pensando en ti, y si bien ya no logro hacerlo de día, ni 500 noches bastarán para que aprenda a olvidarte, sonámbula o no.